¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
Es la pregunta del millón. ¿Quién no ha sufrido alguna vez la tortura del cambio?
Es cierto que no todos somos iguales en eso de cambiar. A algunos les cuesta mucho más que a otros. Nuestro cerebro está dominado por mecanismos inconscientes que dificultan la integración de hábitos. Esto explica que haya recaídas y que pensemos que no funciona, que somos incapaces y que abandonemos.
Demasiado a menudo creemos que el aprendizaje y la implementación de nuevos hábitos es algo lineal. Pues, no es así. No puede ser así simplemente porque nuestro ordenador central funciona como funciona. 🙄
Como el conocimiento es poder, vamos a ver aquí qué es lo que no impide cambiar con facilidad y mantener estos cambios en el tiempo.
¿Qué pasa cuando no cambiamos?
Quizás seas de estas personas que no ven la necesidad del cambio. (Aunque no lo creo porque no estarías leyendo esto).
Pues, es que la vida es cambio. Puedes luchar para no cambiar y que no cambie nada pero vas a perder. Te vas a quedar atrás. Esto te llevará probablemente a sentirte muy solo y frente a mucha incomprensión, la tuya propia y la de los demás.
Evitar el cambio nos lleva a un estancamiento personal y mucha frustración. Suele acompañarse de envidia ya que vas en contra de lo que es bueno para ti, merma tu autoestima y terminas envidiando en los demás lo que tú no te atreves a hacer.
Así que, ya que no queremos más frustración, envidia o aislamiento, vamos a detallar lo que nos complica la tarea para implementar los cambios que necesitamos.
¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
Es una pregunta que se han hecho muchos científicos y existen centenares de artículos y ensayos sobre este tema. Te dejo unos de estos artículos de la Universidad de Vermont aquí
Aunque te resumo a continuación los distintos factores que nos lo ponen difícil:
1- El agotamiento y/o una salud mental precaria.
Las personas con una salud mental frágil, sufriendo de ansiedad o depresión lo tienen más difícil a la hora de hacer cambios en su vida. Estos problemas afectan la capacidad para afrontar las dificultades cotidianas. Los cambios parecen unas montañas imposibles de trepar. Lo mismo pasa si sufres de mucho estrés y estás agotado. El cerebro y el cuerpo necesitan mucha energía para implementar cambios. Si ya estás con las fuerzas justitas, no tienes energía para cambiar.
Dar forma a las rutas neurológicas, que es lo que hacemos cuando tratamos de implementar cambios y hábitos, necesita una energía tremenda.
Así que si quieres cambiar cosas en tu vida, asegúrate de tener las pilas a tope o de saber cómo recargarlas.
2- El miedo.
Cambiar supone ir más allá del miedo. ¿Qué miedo? Pues el miedo a perder el control porque entras en una nueva zona que no conoces y esto activa tu amígdala, la parte del cerebro asociada a las emociones. Tu cerebro activa respuestas emocionales, como el miedo, con el fin de «protegerte». Pero esto genera resistencia a aventurarse fuera de la zona de confort…y esto no te conviene. Tendrás que tomar nota de este miedo, aceptarlo e ir más allá a pesar de él.
Puede ser también el miedo a lo desconocido, al fracaso, al éxito, a perder el reconocimiento de los demás, al rechazo, a no ser suficiente, etc. Si quieres saber algo más sobre el miedo, te dejo este enlace a otro artículo mío. Es por aquí.
3- Falta de confianza en uno mismo.
Tenemos más recursos de lo que pensamos. Además siempre está nuestra capacidad para aprender o adaptarnos. Sin embargo no confiamos en ella ante un cambio importante. Es una forma de autosabotaje ya que preferimos, muchas veces, conformarnos en vez de ir a por algo más adecuado… y todo por no considerar correctamente nuestra capacidad a cambiar. 😳
4- Tener un conflicto de intereses con el cambio.
Puede que lo veas como una amenaza o que saques tajada de la situación incómoda en la que estás. Imagínate que te gusta ir de víctima. (¡Qué gringe!😬)Pues no te viene bien en realidad cambiar tu situación: ya tendrías menos de que quejarte.
En este caso podemos hablar de algo llamado autoengaño. Te mentirás a ti misma para solucionar todas tus disonancias cognitivas. Y no cambiarás nada.
5- Baja tolerancia a la frustración.
Si piensas que lograr un objetivo tiene que ser siempre fácil, al primer obstáculo te vas a paralizar. El camino del cambio es poco glamuroso, hecho de caídas, golpes y moratones. Pero tenemos la capacidad de tomar perspectiva e insistir. Es cuando podremos aprender realmente de nuestro viaje y hasta disfrutar de él. Acuérdate que los nenúfares crecen en el fango pero qué flor más bonita nos entregan… 🤗 (Ver foto de inicio)
6- Falta de recursos.
Cambiar puede necesitar más planificación o pedir ayuda. Quizás necesites más conocimientos o dividir tu objetivo en etapas y pasos más pequeños. De la misma manera conviene pensar en nuestras habilidades y cómo podemos complementarlas y nunca es de más aprender a gestionar tus emociones. Estas también son un recurso que trabaja a tu favor o en contra tuya.
7- Falta de motivación o la falta de apoyo.
Es bueno comprobar cuán alta es nuestra motivación a la hora de empezar a cambiar las cosas. ¿Es un cambio que quiero yo o me lo imponen los demás? ¿Quiero cambiar porque será bueno para mí o es más por hacer como los demás?
Siempre es interesante conocer lo que nos motiva de verdad, nuestros valores «motor» que nos guían para poder adaptar el cambio en función de todo esto.
8- Las personas que te rodean.
Tristemente no siempre tenemos a nuestro alrededor a personas que nos van a apoyar en nuestra decisión de cambio. Y eso tendrá un gran impacto en lo que podamos conseguir. Las personas cercanas pueden tener miedo a que se rompa la relación y por lo tanto no nos van a facilitar las cosas. Puede que sientan envidia o celos.
En algunos casos cambiar se considera una traición a la familia. Pienso, por ejemplo, en familias donde se come mucho y todos son corpulentos, puede ser visto como traición el hecho de que un miembro de la familia quiera adelgazar. Y así ¿Quién quiere traicionar a su familia? 🙄
Puede ser que no sepan apoyarte emocionalmente o que te critiquen, minando así tu autoestima. Es posible también que tengan unas expectativas que no sepan gestionar.
9- Falta de perseverancia y autodisciplina.
Poco que explicar. Creo que todos sabemos que las cosas se consiguen normalmente con algo de esfuerzo y constancia. Es importante darse cuenta de que para todo cambio, existe una fase de transición donde no todo es de color rosa. Cuesta y es normal.
Si te falta disciplina, tengo una buena noticia para ti: es como un músculo. Si practicas, crecerá y se hará más fuerte. Así que, ya sabes… 😉
10- Tus creencias limitantes.
Es decir, los pensamientos que tienes (a veces sin darte cuenta) y que te impiden avanzar. Algunos refranes o dichos son auténticas creencias limitantes: «Mejor malo conocido que bueno por conocer.» Vale, nos llama a la cautela y eso, en principio, es bueno. ¿Pero cuántas personas se han parapetado detrás de este dicho para no arriesgar nada perdiendo así la posibilidad de mejorar y aprender?
En coaching trabajamos mucho las creencias limitantes, abriendo el abanico de posibilidades y soluciones de las personas.
«Es muy difícil.» 🧐 ¿De verdad? ¿Es difícil o es que nunca antes lo has hecho?
«El cambio es la única cosa inmutable.» (Arthur Schopenhauer)
11- Condiciones sociales o culturales.
No todas las culturas tienen la misma actitud frente al cambio. Esto también influye en tu manera de ver las cosas y actuar. Además las normas y los valores de una sociedad pueden añadir presión a la hora de implementar cambios.
12- Nuestro cerebro no facilita el cambio.
Busca mantenernos en lo que sabemos y conocemos, incluso si es nefasto para nosotros. Quiere mantener la homeostasis o equilibrio interno. Y el cambio se ve como una amenaza a este equilibrio. No le gusta nada la incertidumbre y un cambio es sobre todo esto: incertidumbre.
Tiende a seguir patrones establecidos y a automatizar comportamientos para ahorrar energía y recursos mentales. Hacer cambios significa romper estos esquemas y esto es un gran desafío para él.
Pero cuando ya, conocemos todo esto, podemos escoger tomar las riendas. Porque nuestro cerebro también es extremadamente plástico y puede adaptarse y aprender.
Ahora que tienes más información, puedes buscar qué es lo que te limita a ti.
Para que sea más fácil el cambio, recuerda siempre las razones por las cuales quieres cambiar o mejorar. Ten un plan de acción y evalúa a menudo tus resultados. ¿Qué funciona y qué no? Sé flexible y adapta la rutina a ti, no al revés.
Aprende a gestionar la incertidumbre, la frustración y el estrés. Utiliza tus fortalezas. (Si no las conoces, busca cuáles son tus 25 principales fortalezas…😊)
Ve paso a paso. Poco a poco. No hay paso pequeño.
¡Y siempre puedes contratarme para que te acompañe en tu viaje hacia tu mejor versión! 😉